jueves, 14 de mayo de 2009

Bueno pues aqui dejo unas curiosidades sobre el origen de algunas expresiones:


"Ande yo caliente, y ríase la gente""Mientras yo esté feliz, que el resto diga lo que le dé la gana". Simple pero efectivo y muy habitual, porque las envidias suelen despertar críticas, ante las que este buen modismo suele resultar certero y desvastador. Aunque algunos sitúan su nacimiento antes, lo cierto es que, por haberlo popularizado y aún haberlo hecho universal, el padre de la formulación de esta idea (que no la idea en sí, claro) fue don Luis de Góngora y Argote.
"Ancha es Castilla""¡Ala! Ancha es Castilla". Es una expresión muy popular en España para recriminar a aquel que actúa sin poner freno a lo que hace, sin atención a normas. De manera menos reprochadora, se puede decir ante las grandes posibilidades que se le abren a alguien a la hora de plantearse llevar a cabo alguna tarea. Como la vieja "¡Santiago y cierra, España!" tiene origen en los duros pero gloriosos tiempos de la Reconquista. Después de tener bajo control un territorio arrebatado a los moros, surgía la necesidad de dar sentido a esas tierras, nacía la preocupación porque la guerra hubiese servido para algo: había que poblar lo ganado. Los distintos reyes ofrecían terrenos y facilidades a aquellos que quisiesen establecerse en los dominios recién conquistados, a la hora de elegir, surgía la duda... ¿dónde? Pues... ¡ancha es Castilla!
“A la vejez, viruelas”
Lo usamos cuando describimos la actitud de personas de edad avanzada en actividades consideradas poco propias de sus años que, por tales, pueden, a veces, resultar peligrosas o perjudiciales. Al parecer, en los siglos XV y XVI se denominaba “viruelas” a todas las afecciones de la piel (a la viruela también, claro). Entre ellas se incluía el clásico acné juvenil, propio de las edades mozas, de ahí que “a la vejez viruelas” relacione la edad avanzada con un mal de adolescencia. La obra de Manuel de Bretón y Herreros, precisamente llamada “A la vejez viruelas”, escrita en 1817 y donde dos ancianos se enamoraban, reforzó literariamente la extensión y significado del modismo. Ya Leandro Fernández de Moratín en su “El viejo y la niña” (1794) había puesto en boca del personaje de Muñoz:"Si todo el infiernoviniera a casa, no juzgoque hubiera más embelecos¡Caramba! Es cosa de chanza.¿Yo agazaparme? Primero...¡Digo! ¡A la vejez viruelas!Yo debo de ser un leño,un zarandillo, un..."
Hugo Manchón

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