jueves, 8 de enero de 2009

El Quijote de la Mancha: nuevo capítulo (por Marta)

Donde se cuenta la gran aventura de Don Quijote y el espantapájaros malvado

Cuando Don Quijote salió de la venta a por dinero y camisas limpias tuvo que cruzar largos e interminables campos de trigo. Llevaban por lo menos dos horas de camino y las quejas incesantes del pobre escudero sacaban de quicio a nuestro hidalgo.
-Hace mucho tiempo que andamos bajo este sol y el camino ya se me hace insoportable mi señor.
-Sancho, amigo, debes aprender que la paciencia es esencial en la vida de los caballeros andantes.
-vuestra merced, tan sólo le pido que me diese un cachito de pan.
- Mi corazón padece tal desventura, hermano Sancho, que solamente tengo ganas de llorar la ausencia del norte de mis caminos, mi hermosa Dulcinea.
-Usted llore cuánto quiera, pero déme de comer o no rendiré
-Por el amor de Dios Sancho, las órdenes de caballería nos mandan seguir el camino, a falta de pan y agua, en busca de aventuras, resolviendo agravios.
- Si al palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas – dijo Sancho, desesperadamente hambriento.
En esto que iban dialogando cuando de golpe y porrazo Don Quijote tiró las riendas de Rocinante y paró en medio del campo, conmovido por sus alucinaciones.
- Por fin hemos dado con una aventura, si es que sigue nuestros pasos.
- La rueda de la fortuna anda mas lista que la rueda de un molino – añadió el escudero.
-prepárate amigo Sancho porque ahora demostraré frente aquel duende encantado lo que es capaz de hacer un caballero andante. Yo mismo, Don Quijote el más grande desfacedor de agravios.
-¿Qué duende? ¿De qué habla, mi señor?
-Parece mentira Sancho, lo tienes frente a tus ojos, no ves su pelo revuelto, símbolo de desesperación, su mirada cruel buscando el mal, su nariz roja ensangrentada y sus manos levantando dos espadas?
-Ay señor, si vuestra merced no se enoja, le diré, como buen escudero que soy, la verdad. Eso que ve ahí es un espantapájaros. Su nariz es roja porque es un tomate y el pelo está hecho con paja, por eso `piensa usted que está revuelto.
-Bien se ve que no sabes nada de aventuras, porque salta a la vista que es un duende encantado.
Nuestro hidalgo ensilló a Rocinante y se dirigió hacia el espantapájaros. Anduvo unos cien pasos y fue directo a clavarle la espada en el pecho.
-Oh Sancho, no te sientas inútil ante mi virtud de caballero.
El escudero tan sólo hizo una mueca a modo de respuesta ya que no quería desilusionar a su caballero.
Una vez orgullosos de haber derrotado tal obstáculo, siguieron andando.
A menos de una legua descubrieron a una pastora refugiándose bajo un cobertizo de paja. Se acercaron a ella y al mirarla a los ojos reconoció que era su honorada y amada doncella, Dulcinea del Toboso. Se subió el yelmo y le dio un dulce beso en la mejilla. La pastora se despertó asustada y golpeó su cabeza con una alforja.
Su humilde escudero, al ver lo que ocurría, le dedicó cuatro palabras a la doncella y de tanto honorar a su amo hizo que ella se enamorara ciegamente de Don Quijote.
Y fue de esta manera como el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha encontró al fin la aventura que tanto tiempo hallaba buscando, una sensación que lo llenaba al completo, que le quitaba las ganas de luchar y de ambular por la sierra… Ahora sólo quería compartir sus días con su amada, la reina de su patria y de su corazón.

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